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La Peña Oroel desde la carretera de Huesca.
La carretera de Huesca está asociada en mis recuerdos con un incidente que me ocurrió en la Iglesia del Carmen. Resulta que un domingo estaba en misa con mis padres y me habían regalado un pequeño coche metálico, un "Jeep", y el volante se podía desenganchar y me dió por metérmelo en la boca y jugar con él dándole vueltas con la lengua. Mi madre lo vió y me dijo que me sacara el volante de la boca que me lo podía tragar sin querer, pero con el sustó me lo tragué y le dije a mi madre: "Mami me lo acabo de tragar". Tenía unos 4 ó 5 años y el susto de mi familia fue horrible. Yo estaba bien, no sentia ningún dolor y no era consciente del posible peligro que representaba el eje metálico del volante. Mis padres y mi tía Orosia, salieron conmigo a toda prisa de la Iglesia y llamaron a un taxi. En aquella época había dos o tres taxis en todo Jaca que se usaban para casos de emergencia como era éste y me llevaron rápidamente a Huesca, la ciudad donde había nacido mi madre y capital de la provincia del mismo nombre. Hay 75 kilómetros entre Jaca y Huesca y no sé lo que tardamos, sólo recuerdo lo asustados que estaban mis padres y mi tía. Enseguida me ingresaron en un hospital y me metieron en el quirófano, y anestesiado, intentaron con unas pinzas sacar el volante que tan bien se veía bajando por mi esófago en la radiografía previa que me hicieron. Pero ya era tarde y el volante no estaba al alcance de las pinzas pues ya se había metido por los intestinos. Los médicos recetaron a mis padres que me dieran de comer muchos espárragos, pues los filamentes de éstos se envolverían alrededor del eje del volante para impedir el peligro de que éste se clavara en cualquier parte de las paredes intestinales. Y después, a cada deposición, mis padres tenían que mirar si contenía el volante, hasta que pocos días después, lo encontraron.
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